La nueva década nos ha traído un cisne negro, el COVID-19. Como es lógico, la principal prioridad ahora debe ser preservar la vida. No obstante, cabe preguntarse por las consecuencias políticas y económicas de la pandemia, así como por las soluciones que estarán sobre la mesa para afrontar la ya inevitable recesión que nos acecha. La Unión Europea está ante una situación límite, una respuesta insuficiente o ineficaz a la crisis podría suponer una importante pérdida de legitimidad. Los potenciales riesgos para la Unión Europea como proyecto son el descrédito, la pérdida de confianza de los ciudadanos y en última instancia, la disgregación.