Pablo Laín Guerrero - Universidad Autónoma de Madrid
01.04.2020
La nueva década nos ha traído un cisne negro, el COVID-19. Desde la economía se utiliza esta metáfora para referirse a acontecimientos inesperados con repercusiones impactantes. Esta pandemia está dejando muertos a lo largo y ancho del planeta, colapsando los sistemas sanitarios y paralizando la economía de los países. Como es lógico, la principal prioridad ahora debe ser preservar la vida. No obstante, cabe preguntarse por las consecuencias políticas y económicas de la pandemia, así como por las soluciones que estarán sobre la mesa para afrontar la ya inevitable recesión que nos acecha. La Unión Europea está ante una situación límite, una respuesta insuficiente o ineficaz a la crisis podría suponer una importante pérdida de legitimidad. Los potenciales riesgos para la Unión Europea como proyecto son el descrédito, la pérdida de confianza de los ciudadanos y en última instancia, la disgregación.
Es necesario recordar que la sanidad no es competencia europea, igualmente, las medidas de confinamiento son cuestión de cada país, junto con aquellas que se puedan tomar desde los sistemas de protección social. Para afrontar este debate es necesario partir de estas constataciones y tener muy claras las limitaciones de la UE a nivel competencial, en definitiva, saber qué es lo que puede y lo que no puede hacer.
Por otro lado, la UE sí tiene cierto margen de maniobra en materia económica para paliar los efectos más nocivos de la crisis, como se explicará después. Me refiero a la capacidad para aliviar a los Estados miembros y mostrar músculo económico. Aunque en primer lugar, para situarnos, es necesario hacer un breve paréntesis y enumerar las principales actuaciones que hasta ahora se han llevado a cabo desde la UE contra el coronavirus. En el momento en el que escribo estas líneas, a 25 de marzo de 2020, estas son las principales medidas que se han puesto en marcha:
– Para garantizar el mercado común y la ayuda entre Estados miembros, la Comisión Europea retira las limitaciones que algunos países pusieron al inicio de esta crisis a las exportaciones de material médico. Asimismo, esta institución ha restringido la exportación de material médico fuera de la UE y ha liberado los estándares europeos para facilitar la producción rápida de material médico sin que sea necesario pagar derechos de propiedad intelectual.
– Para la financiación del gasto sanitario, la Comisión Europea activa 37.000 millones de euros.
– Garantías del Fondo Europeo de Inversiones por 1.000 millones de euros.
– Asignación de fondos dedicados a investigación para encontrar una vacuna contra el virus y adquisición conjunta de material médico.
– Se ha activado por primera vez la cláusula de escape del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, lo que supondrá que los Estados miembros puedan desviarse temporalmente de los objetivos presupuestarios, es decir, vía libre para que cada país aumente su gasto público en esta situación de emergencia.
– Relajación temporal de las normas que impiden dar ayudas públicas a las empresas, quedan habilitados ciertos tipos de subvenciones directas, ventajas fiscales y avales bancarios.
– En el Banco Central Europeo Christine Lagarde ha rectificado. Cuando se esperaba un “whatever it takes” a lo Draghi, la presidenta escogió el tono y las palabras más desafortunadas. No obstante, rectificar es de sabios y del decepcionante “we are not here to close spreads”, que tanto daño hizo en los mercados de deuda, se ha pasado al Pandemic Emergency Purchase Programme (PEPP). El cambio de una semana a otra es significativo. De desentenderse de las primas de riesgo a anunciar un programa de compras de deuda de 750.000 millones de euros; programa del que se podrá beneficiar Grecia, que no había podido acceder en el pasado a programas similares por los requisitos de elegibilidad, de los que acaba de quedar exenta por decisión del BCE.
La Unión Europea es la suma de varias instituciones que mantienen un difícil equilibrio a veces no comprendido por sus ciudadanos. En lo que respecta a esta crisis, hay que señalar que la Comisión y el BCE, las instituciones que entendemos como más “federales”, son las que están dando una respuesta rápida y operativa al problema; mientras que el Consejo Europeo, que responde a una lógica intergubernamental, no está dando la talla. Cada uno que extraiga sus conclusiones.
Por lo pronto, a falta de concreción de alguna de ellas y a la espera de evaluar su aplicación, podemos afirmar que a grandes rasgos estas medidas parecen ir en la buena dirección. Sin embargo, son insuficientes, aunque todavía es demasiado pronto. Habrá más medidas en días o semanas, faltan negociaciones y las cosas de palacio van despacio. La cuestión es cómo de ambiciosas sean esas medidas.
Sigue planeando el fantasma de una crisis de deuda soberana, países del sur podrían tener problemas de financiación. Hay miedo a volver a dinámicas pasadas de los mercados financieros, a que los inversores puedan exigir tipos de interés muy altos, a que el coste de financiación sea demasiado elevado… Ahora mismo no todos los Estados cuentan con el mismo margen de maniobra pero todos deberán afrontar un problema inesperado del que nadie es culpable.
Es momento de aparcar los intereses nacionales y ser solidarios. La opción de que “cada palo aguante su vela” traerá importantes costes en legitimidad para la UE, especialmente en los países con economías más débiles. El contexto no es el mismo que en la crisis del 2008. No estamos ante un shock asimétrico como entonces y el debate moral es distinto, no parece haber motivos para que en esta situación unos países acusen a otros de haber sido “irresponsables en lo económico”. Una pandemia ha desencadenado esta crisis, no busquen culpables.
La idea de que cada Estado por libre emita su propia deuda para financiar sus esfuerzos fiscales parece peligrosa. No son pocas las voces que estos días claman por los “eurobonos” como solución. Se trataría de títulos de deuda pública respaldados por todos los países de la Eurozona, una mutualización de riesgos en toda regla. La emisión de “eurobonos” enviaría un poderoso mensaje de que Europa afronta la crisis unida y supondría proteger a los países más expuestos a episodios de inestabilidad financiera.
Casi medio millar de académicos ha firmado un manifiesto a favor de los “eurobonos”, siete importantes economistas alemanes se han posicionado a favor de la medida… En esa línea, el 25 de marzo los dirigentes de nueve países firmaron una carta conjunta solicitando “un instrumento de deuda común emitida por una institución europea”. Es importante señalar que los firmantes se reparten en varios ejes: cuatro países del sur (España, Portugal, Italia y Grecia), la mitad del eje franco-alemán (Francia), dos de los tres miembros del Benelux (Bélgica y Luxemburgo), un miembro de la ortodoxa Nueva Liga Hanseática (Irlanda) y un país del este (Eslovenia).
No es la primera vez que se pone sobre la mesa la cuestión de los “eurobonos”, la Comisión Europea lo planteó sin éxito en 2011. Entre sus tradicionales detractores se encuentran estados como Alemania o Países Bajos, que vienen cosechando superávits presupuestarios en los últimos años e históricamente han enarbolado el discurso del riesgo moral. En ese sentido, el siguiente gráfico sobre deuda pública puede reflejar por dónde irían algunos de sus argumentos en contra. Con matices, países con economías saneadas versus países con más deuda pública, de momento.
En las últimas horas hay rumores que apuntan a la posibilidad de que nuevos países se sumen a la iniciativa de los “eurobonos”.
Todavía no conocemos qué papel desempeñará el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Hay estigma de pedir ayuda individualmente y muchas opciones abiertas. No sabemos qué pasará con la condicionalidad ni si se repetirá la petición de asistencia con Memorando de Entendimiento, que tan malos recuerdos trae en la periferia europea.
En lo que se terminan de despejar las dudas sobre el rol del MEDE en esta crisis se abre una cuestión. ¿Intereses nacionales o interés común? Antes de hacer una enmienda a la totalidad del proyecto europeo hay que entender que la UE son 7 instituciones, algunas más “federales” y otras intergubernamentales, los intereses nacionales se ven reflejados en estas últimas. Piense en esos intereses nacionales para entender por qué medidas ambiciosas de más integración se bloquean. Puestos a ser provocadores, más bien, si ahora mismo hay que criticar a la UE como proyecto es por tener un diseño institucional que prima tanto lo intergubernamental.
Otro ejemplo de bloqueo es la armonización del impuesto de sociedades, que necesita de unanimidad en una institución intergubernamental: el Consejo de la UE, donde hay ministros de cada Estado. La libre circulación de capitales sin la armonización de este impuesto es un saco roto. Usando la “soberanía fiscal de cada país” se erosionan las bases imponibles de socios europeos, para muestra este estudio de tres economistas, que recomiendo leer junto con el resto de artículos enlazados para documentarse sobre el dumping fiscal de Países Bajos, que tanto daño hace a las arcas públicas del resto de países.
En definitiva, la Unión Europea se juega su futuro y su papel en el mundo en la crisis del coronavirus. Hay que aprender de los errores de la crisis de 2008. Desde entonces creo que vivimos una especie de interregno, que diría Gramsci, ese punto en el que lo viejo está muriendo y lo nuevo no termina de nacer; es en ese claroscuro en el que surgen los monstruos, monstruos que ahora alguno podría identificar con los líderes iliberales que están forzando los límites de la democracia en algunos países europeos, véase Hungría. Si no se ofrece un proyecto atractivo la gente, que no es tonta, elegirá a “los monstruos”. Hay que cambiar la incertidumbre y la desunión por el orden y la sensibilidad social. Esta vez no se puede dejar a nadie atrás, a ningún Estado de la UE ni a ninguna persona. Detrás de los fríos números de los que hablan las noticias hay personas, conviene no olvidarlo.
Será necesaria más colaboración que nunca para reconstruir las economías europeas. El reto es que la Unión salga reforzada y no perjudicada de esta crisis. El déficit ha dejado de importar y toda la producción se va orientando hacia un mismo objetivo, como en una economía de guerra. Esto recuerda en parte a la difícil situación de las antiguas trece colonias de Norteamérica tras la Guerra de Independencia, en ese contexto posbélico, el Gobierno federal emitió deuda común y absorbió los viejos bonos de los Estados con el objetivo de reforzar su unión y ganar solvencia de cara al exterior; de ahí nacieron los Estados Unidos de América. Sonará utópico pero… ¿y si hacemos algo parecido? En 2008 lo nuevo no terminaba de nacer, igual ahora es el momento. Renovarse o morir.